
Hermanos(as), Jesús está seguro que estas escuchándome, porque tú conoces, muy bien el dolor, sabes cuando la angustia del pecado cala nuestra alma, cuando el antiguo pecado destroza nuestro corazón y la angustia nos hace ver y nos hace sentir que el pecado que hemos cometido no lo podemos confesar porque es el más grande, es el más malo y satanás nos engaña, nos ensordece , nos confunde, para que no podamos escuchar la voz del Todopoderoso, que nos dice en su santa palabra: “confesaré mi culpa y será perdonada mi culpa y mi pecado”. Hermano, ¿tú crees en esto? Entonces agárrate de Jesucristo y síguelo, él te espera, en la esquina de la cruz, porque ahí fue vencido el pecado y la muerte, y te dice: “no temas, yo estoy contigo”, y sabes mi hermano(a) que esto se cumple al pie de la letra.
Quizás un aborto, un adulterio, prostitución o algún otro pecado que satanás ha escondido en lo más profundo de tu alma para atormentarte y tenerte sujetado al miedo, al temor y tu haces juicios, y dices: -no puedo pedir perdón, pues él me va a decir, él me va a hacer, nada de eso hermanito(a), Jesús ni dice ni hace, solo pide perdón y el Señor Jesús llega a ti porque tu no cesas de gritarle “Jesucristo hijo de David, ten piedad de mi porque he pecado contra ti”, tu gritas y gritas hasta que Jesús se pare y te diga: ¿que quieres de mí?, en ese momento tu contestas: “Señor ver a Jesús y seguir a Jesús”, y, como Pedro en el atrio del templo, cuando el paralitico le dijo: -dame una limosna- y Pedro le contesta: -de lo que me han dado te doy en el nombre de Dios, levántate y anda-,
Levantémonos y andemos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.