Masculinidad y suicidio

Licda. María Esmeralda Torres Madrigal
Socia Fundadora asociación DUO.

El suicidio es uno de los fenómenos sociales más estudiados en los últimos años, debido a que su incidencia en la sociedad va en aumento. La OMS lo define como el acto deliberado de quitarse la vida; desde una visión individualizada, podría entenderse como una acción, reacción u acto cometido por una persona en respuesta a una o varias situaciones, más desde una comprensión global se debe ampliar la perspectiva y comprender que como seres sociales inmersos en  contextos múltiples, existen variables diversas que podrían incidir para que una persona esté en vulnerabilidad riesgo o de suicidio (Román y Abud, 2007).

En este caso se analizará la masculinidad tóxica como factor que podría incidir directamente en el suicidio, tomando en cuenta que: “la tasa de suicidio masculina es el doble que la femenina en la mayoría de los países del mundo” (Rosado, García, Alfeo y Rodríguez, 2015, p. 436). Dicha afirmación sienta sus bases en los componentes, constructos y orientaciones sociales que se relacionan directamente con el suicidio.

Partiendo de ello, es importante definir masculinidad como los elementos o características psíquicas, conductuales, físicas y morales que se le asignan a los varones, es decir, dictaminan el comportamiento y la comprensión del mundo según el lugar y el momento histórico al que pertenecen.

Cabe mencionar que desde épocas antiguas se hace una diferenciación importante entre los contextos y escenarios que permean la masculinidad. Es decir, desde hace mucho tiempo en la sociedad se le designa al hombre lo que debe hacer, pensar, querer y sentir. Esto sí bien puede ser visto como un privilegio es también una atadura. Pues se tiene como premisa un comportamiento que obstaculiza la libertad,  sentimientos, expresiones y en su lugar hay una exigencia de competitividad, fuerza, valentía y rol de protector.

Ahora bien, cualquier hombre que esté fuera de esa imposición llevará una carga importante de señalamientos mismos que tienen una repercusión importante en la psique y por ende en la auto valoración

Estas repercusiones, señalan vulnerabilización en muchos sentidos, primero y aunando al fenómeno del suicido, para un hombre el pedido o busca de ayuda se ve considerablemente reducido debido a que se teme proyectar debilidad; esto a su vez  conlleva a que  los sistemas de salud a presten nula atención a esta población,  minimizando algunos padecimientos de relevancia. En ese sentido se percibe la ausencia o debilitamiento de una red asistencial de ayuda al colectivo masculino, sumado a la desprotección y el silencio de los hombres.

            También, resulta fundamental reconocer que la tensión acumulada producto de la exigencia social y de las emociones reprimidas, de alguna manera se transforma en pulsión de vida o de muerte (Hidalgo y Hidalgo, 2015). Es decir, esta energía se ve canalizada y concretada en acciones, que si bien podrían direccionarse de manera positiva o  constructivas, en la mayoría de los casos encuentra materialización en respuestas estereotipadas como la violencia. Misma que podría manifestarse hacia otras personas o hacia sí mismos. Entonces, el suicidio se vuelve un acto violento que comunica mucho más de lo que podemos leer en una primera impresión.

En este escenario, el suicido representa en primer lugar, una forma de expresión social, una forma de comunicar descontento y  protestar ante el colectivo mediado por la violencia, tal vez en respuesta a la masculinidad hegemónica predominante. Es decir, es una forma de gritar a la sociedad cansancio, es un pedido de ayuda en medio de tantas rutas y reglas ya trazadas.

Y en segundo lugar, una forma de autolesión a un cuerpo trasgredido, que ha perdido voz, manejo, decisión y auto control, cediendo un dominio casi total a las demandas, estereotipos y construcciones gestadas desde el embarazo mismo. En muchas ocasiones esta enajenación impide identificar lo que se siente, puesto que la censura ha sido parte de la enseñanza desde edades muy tempranas.

Si bien, este escenario permite comprender y relacionar la masculinidad toxica como una forma de violencia que incide directamente en las vivencias así como en las formas de expresar y manejar las emociones, permite también, un insumo de comprensión del suicidio como un factor social en la cual todos y todas participamos de manera directa e indirecta. No admite una explicación del fenómeno suicida como tal, pero amplia la perspectiva tomando en cuenta la gama multifactorial que converge en dicha situación.

De igual manera, deja en evidencia la necesidad de trabajar desde todas las disciplinas, ciencias y espacios la forma en que se puede transformar, diversificar y aportar a una relación igualitaria entre seres humanos, dejando de lado estereotipos y construcciones que nos impiden vinculaciones sanas, así como respetuosas

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