
Quizás por el hecho de ser hija adoptiva, ahora que soy madre adoptiva sé que nunca perderé el amor de mis hijos a pesar de que conozcan a quien les dio la vida. Pero no deja de ser un poco engorroso enfrentarse a este momento, de ahí que será bueno, dentro de las posibilidades que se den, que nosotros como padres adoptivos le confirmemos, si se pudiera a la progenitora por medio tal vez de las sicólogas, trabajadoras sociales o contactos por medio de quienes se llevó a cabo la adopción, que aparte de nosotros padres del corazón le enseñaremos la gratitud que sentimos hacia ella por la dicha que nos dio y no dude que le inculcaremos a nuestro hijo(a) el respeto por el ser que le dio la vida.
Es posible que este momento sea uno de los menos deseados por nosotros padres adoptivos, sentimos terror de pensar si se establecerá algún vínculo, si en algún momento deseará dejarnos después de toda una vida de convivencia, es posible que podamos prever la reacción de nuestro hijo(a) pero la de la progenitora o el progenitor que ni tan siquiera los conocemos o quizás sólo nos vimos una vez, no deseamos bajo ninguna circunstancia que la herida del abandono se abra nuevamente porque llevamos años cerrándola.
El miedo es una palabra que imposibilita y nos hace dudar pero como ya comprendimos que la adopción fue una decisión, sabemos que ésta enfrentará una serie de desafíos que asertivamente fortalecerán nuestra relación familiar y brindarán seguridad permanente a nuestros hijos.
Un aspecto a valorar y que será muy significativo para nuestro hijo(a) será el hecho de que nosotros padres adoptivos nunca le hablemos mal de sus progenitores, aunque detrás de nuestro hijo(a) se haya tejido una historia dolorosa pidamos sabiduría divina para que con madurez, espíritu comprensivo y perdonador podamos hacer que estos niños guarden gratitud por quienes les dieron la vida.
Y serenamente tengamos nosotros padres adoptivos la seguridad que el único sentimiento que puede nacer en el corazón de nuestros hijos por sus progenitores es la gratitud y el perdón; aunado a la gran curiosidad de conocer sus orígenes.
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