Violencia Intrafamiliar, desesperanza y Suicidio

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Dra. Miriam Méndez Montero, Licda. en Psicología
Colaboradora DUO

El flagelo de la Violencia Intrafamiliar es una realidad que ha golpeado de forma muy particular a las personas en los espacios más íntimos de sus vidas, dejando sin esperanza a quienes la experimentan en relación a figuras de las que se espera idealmente protección, respeto y afecto.

Mujeres y personas menores de edad, son las principales víctimas de este fenómeno; que además experimentó un incremento muy preocupante durante la aparición de la pandemia por Covid-19 y el confinamiento obligado que este supuso para millones de personas en el mundo entero.

El fenómeno de la Violencia Intrafamiliar está relacionado de forma directa con la “desesperanza” como condición psíquica derivada de la exposición recurrente de una persona a una condición de maltrato, humillación o pérdida de control del entorno. 

El fenómeno de la Violencia intrafamiliar es sumamente complejo pues implica diferentes condiciones de vulnerabilidad de las personas que lo experimenten y que han sido acuñadas de forma histórica e ideológica en torno de las mujeres y las personas menores de edad dentro de sus espacios familiares.  En el contexto patriarcal, las mujeres, así como sus hijos e hijas se consideraban parte de la fuerza de trabajo y las “propiedades” con las que contaba un hombre para crecer económicamente y socialmente.  Los hijos varones entonces se consideraban apoyo para el crecimiento de las empresas o haciendas (grandes o pequeñas) y las mujeres durante muchos años eran piezas de canje con otros hombres patriarcas para fortalecer los vínculos económicos o sociales.  La tutela y resguardo de las mujeres recaía de forma rigurosa en la madre, de modo que estas mujeres dentro de la imbricada red de controles, les debían sometimiento y casi devoción a los hombres dueños de los recursos económicos.

En este enfoque que cosifica a las personas dentro de la familia, se formula el caldo de cultivo para diferentes expresiones de la Violencia Intrafamiliar.  Se hizo parte de la vida cotidiana de las personas el control, la reverencia, el sometimiento, la humillación y por supuesto las agresiones físicas.

Pese a la evolución social, el acceso de las mujeres a espacios de mejores condiciones para su educación, crecimiento de la legislación en torno a la niñez y la crianza, la sombra de la violencia derivada del modelo patriarcal-machista se mantiene vigente en muchas familias hoy.

Es entonces necesario revisar la forma en que se establece el ciclo de la Violencia en la vida de las familias y su relación con la desesperanza. 

La violencia intrafamiliar se da en el escenario de convivencia de personas menores de edad y la pareja parental (sea o no la pareja que ha procreado a las personas menores de edad).  Con frecuencia las personas mantienen una convivencia donde de manera cíclica, unas veces con alguna distancia entre incidentes y otras casi de manera permanente, se presentan altercados que pueden incluir golpes, gritos y humillaciones creando un ambiente de terror, frustración y enojo reprimido en las personas menores de edad, que sufren de forma silenciosa las crisis que generalmente se dan en perjuicio de la mujer-madre.  Las crisis de violencia muchas veces son seguidas por procesos de profundo dolor emocional y silencio.  En días u horas la conducta de la persona agresora se torna indiferente al acontecimiento, como si lo sucedido no haya pasado y se conduce frente a las personas víctimas o testigos de la violencia con absoluta “naturalidad”.  EL ambiente es siempre de tensa calma, pues las personas dentro del grupo familiar han aprendido que no hay posibilidad de anticipar o prevenir los incidentes de violencia o las reacciones violentas de la persona agresora.

Las diferentes personas miembros de la familia ensayan y ponen en marcha estrategias de protección y mecanismos para “impedir” que los incidentes de violencia se presenten nuevamente.  Sin embargo, una y otra vez las estrategias fallan y la violencia se repite. De esta manera se instala en las personas la desesperanza: esa percepción definitiva de ser incapaz de protegerse, de evitar ser lastimado.

Hemos mencionado ya, que, al lado de las expresiones de violencia, las personas víctimas acumulan sentimientos de impotencia, profundo dolor psíquico, enojo y frustración. La percepción de imposibilidad de cambio y de permanente humillación, sin que se vislumbre la posibilidad de un futuro diferente, colapsa emocionalmente a las personas, generando una visión de túnel que afecta profundamente a las personas en su condición de víctima.

Afectados desde edades muy tempranas por el ciclo de la violencia, las personas menores de edad pueden convertirse en potenciales suicidas.  La pérdida de confianza en sus habilidades para enfrentar la violencia, el maltrato recurrente, el dolor por el daño ocasionado a personas en su entorno emocional y las particulares condiciones de riesgo que se derivan de las diferentes etapas del desarrollo, pueden entonces desencadenar pensamientos de muerte que evolucionen posteriormente en actos suicidas, que, bajo esta visión de túnel, aparecen como la única opción para librarse del dolor profundo derivado de la violencia.

Como sociedad estamos llamados a esforzarnos en la erradicación de cualquier expresión de violencia que afecte a las personas más vulnerables de nuestra comunidad.  La erradicación de la violencia intrafamiliar y sus múltiples expresiones, aportaría a la salud mental de las personas menores de edad y contribuiría a potenciar la calidad de vida de quienes se encuentran en pleno proceso de desarrollo psíquico y físico.

La Violencia Intrafamiliar NO ES un ASUNTO PRIVADO, todo lo contrario, es una condición social y comunitaria que debe ser denunciada e intervenida de forma oportuna en aras de proteger a quienes la sufren en la intimidad de sus familias.  Cuando la sociedad se recompone a si misma ofreciendo contención y respaldo a sus miembros más frágiles, se constituye en una oportunidad para las personas, nos alejamos de manera progresiva de la respuesta autodestructiva y profundamente dolorosa que es el suicidio.

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