
Alejandro Evaristo
corresponsal en México
Como en cualquier fiesta que se precie de serlo, la Navidad en México se viste de colorido, alegría y toda suerte de buenaventura para quienes la festejan.
Aun cuando en algunos sitios se ha olvidado que el festejo es por el nacimiento de Jesús, el Cristo (de acuerdo con la tradición católica), la fecha se ha convertido en un excelente motivo para reunir a la familia, sonreír, disfrutar, recordar y prodigar cualquier cantidad de buenos deseos a aquellos a quienes amamos.
Quizá en la forma sea diferente, de acuerdo con las diferentes regiones que componen este basto mosaico cultural mexicano, pero en el fondo se trata del mismo fin anteriormente descrito…
Al igual que en otras festividades, la Navidad mexicana se desarrolla en un ambiente multicolor que obligadamente genera en quienes la disfrutan una especie de letargo en el que si algo evidencian los rostros es la esperanza, el confiar en que ahora sí, todo será mejor para todos.
Piñatas, posadas, pastorelas, buñuelos, pozole, pavo, bacalao, romeritos. Sonrisas, abrazos y juegos median el ambiente decembrino desde ya.
A partir del día 15 y hasta el 23 de diciembre, se llevan a cabo las tradicionales “posadas” en barrios, templos, colonias, escuelas. Se trata de recrear la llegada de José y María a Jerusalén (los peregrinos), y pedir posada para poder pernoctar mientras esperaban el nacimiento del primogénito… el hijo de Dios.
Eeeeeeeen nombre del cieeeelo, oooos pido posaaadaa, pues no puede andaaaaaaar, miiii esposa amaaaaadaaaaa… ese es el inicio. El peregrino, el carpintero amoroso, el complacido José solicita ayuda a quienes habitan el inmueble. Explica las razones, detalla sentimientos y apela a la bondad del corazón humano. En respuesta, hay una inicial resistencia a proveer la ayuda, a abrir, a permitir… no les puedo abriiiiiiir, no sea algúúúúúúuún tunaaaaaanteeeeee… Los estribillos de la melodía que interpretan niños y adultos encuentra a la larga una respuesta, los peregrinos son aceptados, recibidos con cariño y toda suerte de viandas propias de la época, como los buñuelos, una especie de tostadas y hojaldres bañadas en dulce de piloncillo que son la cosa más exquisita que se puede ofrecer a un viajero cansado y ansioso por recuperar energías. Para beber, se sirven vasos o jarros con ponche. Se trata de una bebida caliente con sabor agridulce otorgado por las frutas de la época (cañas, tejocotes, manzanas, ciruelas, guayabas…) que han sido hervidas con piloncillo y cuyo aroma invariablemente nos obliga a recordar la fiesta. Esta fiesta.
Los niños entran al lugar y reciben su colación (dulces con forma de estrella, o de huevito o lisos) o su “aguinaldo” (bolsas con dulces, cacahuates y en últimas fechas hasta juguetes). Ellos no saben de cansancio. Sus ojitos brillan mientras observan el saltar de las chispas en las luces de bengala y luego se abren hasta lo indecible cuando por fin aparece la piñata llena de dulces, juguetes, frutas y, sí, más colación. Saben que tendrán su oportunidad de pasar al frente, de que les venden los ojos, de que coloquen en sus manos el palo con el que habrán de golpear… dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el caminoooo… Cuando se logra el objetivo y el contenido cae y se desparrama, no sólo los pequeños se abalanzan literalmente para conseguir más que el otro, algunos jóvenes hacen lo suyo también y de los adultos ni hablemos. Gustan de participar en esa fiesta de sabores y colores aunque a la larga todos sabemos que compartirán el botín con los más pequeños o los más viejos. Después de todo ese es el espíritu que priva en la posada: no se trata de dar lo que nos sobra, sino de compartir lo que tenemos. Esa es la gran diferencia.
También están las pastorelas, representaciones teatrales organizadas por grupos religiosos o estudiantiles para recrear, también, el viaje y sus vicisitudes. José y María solos. María y José guiados por la fe y una estrella. Dos seres humanos con el enorme poder de la confianza divina como arma para llegar al corazón de los otros, los que apenas creen, los que dudan, los que no saben que en esta fecha está a punto de ocurrir el mayor de los milagros. Que esperan con amor al hijo sin pedir explicaciones… sólo andando. Iglesias y auditorios enmarcan la recreación y más de uno padece, disfruta, se emociona.
La aparición de los tres reyes magos es especialmente esperada por los niños. Ellos no saben que los monarcas obsequian al pequeño en el pesebre mirra, incienso y oro. Ellos saben que se aproximan y que, al igual que el pequeño Jesús, despertarán un día cercano sabiendo que hay regalos esperándoles.
Esta es la fiesta de la natividad en México. Una fiesta de fe y sobre todo, de esperanza…Feliz Navidad.